Desde el presente: historia y memoria

Con la Transición y la llegada de la democracia a España, el Monumento al Sagrado Corazón en el cerro de los Ángeles es gestionado por la Iglesia sin intervención del Estado (a diferencia de otros espacios venerados por el franquismo que gestiona Patrimonio Nacional, como el Valle de los Caídos).

 

La significación del lugar es múltiple: para algunos, es un recordatorio de la tradición litúrgica del Sagrado Corazón y su carácter benefactor hacia la humanidad; para otros, es un recordatorio de los crímenes allí cometidos por el “comunismo ateo”; para otros, por último, es un escenario de una consagración de una nación a una fe religiosa incompatible con un país laico.

 

Lugar de memoria y lugar de historia: si esta última puede y debe ser esclarecida, la anterior depende de comunidades de memoria muy variadas y quizá opuestas.

 

A diferencia de los monumentos de significación política franquista, como el Valle de los Caídos, el monumento al Sagrado Corazón de Jesús ha tenido un protagonismo mucho menor en los tiempos de resignificación del pasado dictatorial y de la guerra civil que vivimos. Sin embargo, no es menos cierto que el más de un siglo que ha transcurrido desde las iniciativas para la construcción del monumento hasta la actualidad encierran muchos misterios y pueden hacer perceptibles muchas capas de “las vidas latentes” de un monumento que enlaza liturgia católica y usos políticos, entre ellos la misión de España como estandarte de la Cristiandad. No en menor medida la pervivencia del anticlericalismo.

 

Estudiar el cerro de los Ángeles significa interrogarse por la pervivencia de la ruina, las consagraciones de Alfonso XIII y Franco en distintos momentos, el estatuto de un monumento fuera del alcance de Patrimonio Nacional y, sobre todo, la inscripción en sus placas e inscripciones de un pasado que está siendo revisado en las últimas décadas. No es casual una reciente polémica sobre la conveniencia de intervenir o suprimir alguna de estas marcas que remontan a la dictadura.

 

El fotógrafo Clemente Bernad, con experiencia en trabajos de relectura de monumentos del franquismo, ha realizado para este proyecto un estudio sobre el estado del recinto en su conjunto, visto desde ángulos muy distintos. Asimismo, se propuso recoger momentos distintos que, a diferentes horas del día y en diversos días de la semana, presentan las mudas de un espacio que incluye contrastes arquitectónicos, huellas del pasado, conocido o desconocido por quienes lo transitan, y comportamientos cotidianos, rituales y humanos de muy variada índole. Las fotos incluidas aquí recogen algunos de estos aspectos que conectan con el presente.

 

No parece casualidad que Bernad haya escogido el blanco y negro para plasmar su visión de este complejo conjunto.

Fotograma del film Deprisa, deprisa (Carlos Saura, 1982), que capta el nuevo monumento en profundidad de campo, visto desde detrás de las ruinas del original.

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